
Cuando empezamos a hacer cualquier deporte nos preocupamos del equipamiento necesario, damos mucha importancia al calentamiento previo para evitar lesiones, y nos esforzamos por aplicar la técnica más adecuada para conseguir los mejores resultados.
Sin embargo, apenas le dedicamos atención a la respiración, quizá porque es algo natural, que hacemos de forma automática desde el nacimiento y nos acompaña siempre, hagamos deporte o no. Por eso, aunque nos limitamos a coger y soltar aire, cuando aceleramos el ritmo hay veces que nuestra respiración no nos acompaña, tenemos sensación que no nos entra suficiente aire.
El oxígeno llega hasta nuestro organismo a través de los pulmones y es fundamental para el funcionamiento de los músculos. Cuando realizamos ejercicio aeróbico lo necesitamos en grandes cantidades. De hecho, durante un esfuerzo intenso un deportista entrenado puede incrementar su consumo hasta 30 veces, en comparación con cuando está en reposo. Por ello, si somos capaces de controlar y entrenar nuestra respiración, llevaremos una mayor cantidad de oxígeno a los músculos de forma más eficiente.
Lo habitual es que cojamos aire por la nariz y lo expulsemos por la boca, aunque también hay personas que respiran por la boca. En principio, no hay consenso. Respira como lo hagas de forma natural. Hacerlo por la nariz ofrece ventajas: el aire entra más limpio en los pulmones y en condiciones adecuadas de temperatura y humedad. Sin embargo, alrededor del 50% del trabajo que implica movilizar el aire se realiza en el trayecto de la nariz a la boca, por eso cuando estamos fatigados tendemos a reducir la inspiración por la nariz, respirando por la boca.
Intenta coger aire profundamente, desde el diafragma, hasta llenar los pulmones por completo, para utilizar toda la capacidad pulmonar. Notarás que el abdomen se hincha. Y a continuación, expulsa el aire por completo.
Varios aspectos nos pueden ayudar a mejorarlo y sacarle más rentabilidad: es muy útil concentrarte en tu propia respiración, intentando reducir la frecuencia e incrementando el volumen de aire movilizado; la propia práctica del ejercicio desarrolla nuestra capacidad pulmonar; no olvidemos ejercitar y fortalecer la musculatura abdominal, diafragma y musculatura torácica para ayudar a nuestra respiración. También es clave realizar el ejercicio con una postura erguida, sin encorvarnos, y mantener la cabeza siempre al frente.
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